Hálitos que trataban de insuflar
vida a esa alma que, extrañada, se observaba a sí misma. Aún arropada, pero
desnuda en su interior, vulnerable a las vivencias no vividas, los sueños jamás
soñados y los deseos más odiados.
Víctima de su imaginación,
viviendo una ficción mucho más real de lo que su mente podía soportar. Permitió
a sus sueños volar y el caprichoso viento los separó de ella, desterrándola a
su interior más profundo, anhelando ahora más que nunca lo que jamás apreció.
Los cauces de su frustración desembocaron
en una lágrima que cayó y distorsionó su reflejo en el agua. Curiosa, observó
su nueva figura, concibiéndola más real que ninguna otra. Y de pronto, lo comprendió.
Comprendió que a veces, la ficción es la que supera a la realidad, que los
sueños pertenecen a quien los hace realidad, y que las ilusiones rotas fueron
sueños efímeros, pero sueños cumplidos al fin y al cabo.
Por primera vez, pudo unirse al
viento en su largo camino, y alejarse de aquel estanque formado por miles de
lágrimas naufragadas. Ahora, sólo ella era responsable de sus suspiros.
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